Friday, November 27, 2009

Cosas y costumbres de nuestros viejos (Parte 1)

Escrito por Issac Miguel

Una conversación que tuve esta mañana con una vecina me inspiró escribir de algo que acostumbro hablar a diario, las costumbres de mis viejos. El tiempo que pasé con mis abuelos fueron momentos inolvidables en mi vida. Así de inolvidable es para mi vecina y todos los humanos los tiempos que se pasan con nuestros viejos.
Una de las cosas que más se ha grabado en mi mente era la alimentación que llevaban los padres de mi madre. Me refiero a ellos porque los padres de mi papá no vivieron lo suficiente como para que lleve un recuerdo tan profundo como el que tengo de los abuelos maternos.
En casa de mis abuelos se preparaba café con leche y chocolate en la mañana para el desayuno. El café que compraban para mezclarlo con la leche, era un café que se tostaba con azúcar crema y tenía como objetivo que cuando se hiciera la mezcla, con un poquito de café se podía hacer una jarra grande de esta bebida. Era un café sabroso y oloroso. Se preparaba en un colador de tela en forma de media sujeto a una agarradera. Debajo del colador se ponía la jarra para que cayera el café ya colado quedando la borra dentro del colador. Muchas gentes ponía en agua hirviendo el café molido y otros endulzaban el agua para que cuando se colara el café, estuviera listo para beberlo. Después que llegaron las grecas, coladoras eléctricas y el café instantáneo, los coladores se extinguieron aunque todavía quedan algunas personas que lo cuelan con ese instrumento.
El chocolate que se preparaba venía en barra. Se ponía a calentar junto a la leche hasta que se fuera disolviendo. Mi abuela paterna ponía a hervir la leche con canela, malagueta y clavos dulces. Luego de preparado y antes de servirlo, ella le rallaba nuez moscada la cual le daba un sabor súper especial. Las dos bebidas se servían con pan de agua o tipo francés.
Mi abuelo adoraba que le sirvieran arroz blanco con espaguetis en el almuerzo. El arroz tenía que estar medio pastoso ya que no le gustaba el arroz suelto. El espagueti se preparaba con salsa de tomate y salchichón. Estas dos cosas servían para acompañar cualquier guisado de carne. El arroz y los espaguetis eran suficientes para mi abuelo ya que ni caso le hacía a la carne.
De cena, casi todas las noches en la mesa de los padres de mi madre, había bacalao en escabeche de cebolla y pimientos verdes acompañado de papas hervidas. Luego de servido en el plato se le agregaba un chorrito de aceite de oliva. Se comía lo mismo casi todo los días. En esos tiempos la comida era más barata, pero a ellos le gustaba eso.
Un vecino que vivía cerca de la casa materna comía arroz con arenque acompañado de una soda de frambuesa todos los días. La mujer de Pollo, como se llamaba el egocéntrico hombre, no se atrevía a ponerle algo distinto en la mesa.
En los planes alimenticios de nuestros antepasados se pueden ver cosas que podrían ser insólita para muchos, pero era casi una obligación el tipo de alimento que se ingería en esas casas. Recuerdo una señora que vivía en la misma calle de mis padres que de cena cocinaba tayotas (chayote o guatilla) guisadas acompañada de un arroz con habichuela rojas (frijoles rojos).
Hace muchos años, en la ciudad donde nací, tuve una vecina que se sentaba todas las tardes en la acera de su casa a preparar una mezcla de harina con mantequilla que usaba para preparar una especie de torta frita que en mi país natal llaman “yaniqueque”. Un día le pregunté el por qué preparaba esas tortas todos los días y me contestó: “es lo que le gusta a mi marido”. (Continuará).

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