Wednesday, December 23, 2009

Cosas y costumbres de nuestros viejos (parte 2)

En Comunión

Por Issac Miguel

Cosas y costumbres de nuestros viejos (Parte 3)

¿Cómo es posible, que mientras medio mundo hace dietas para no engordar, el otro medio se muera de hambre? August.

Las visitas se incrementan en los días de navidad. A todos nos gusta visitar familiares y amigos durante estos días feriados. A nosotros nos gustaba este oficio iniciando el recorrido con los vecinos más cercano. Era costumbre que todas las familias estuvieran involucradas en la celebración de la navidad, y los jefes de familia, rompiéndose las cabezas para ver que ponían sobre la mesa en la cena de nochebuena. Tenía una vecina que preparaba el café más exquisito que recuerde. Era por esta razón que la casa de Doña Lula, una vecina inolvidable que tuve en mis días de “teenager” siempre estaba llena de gente. Al marido de la Doña no le gustaban esas visitas y más en esos días que había que “buscársela” para llenarles las barrigas a los muchachos. Había que mandar a buscar tres pollos al campo para prepararlos ese día. El Don siempre tenía presente que se podían añadir varias bocas para la cena. Dos pollos eran suficientes para que todos en la casa se “jartaran”, pero un pollo extra, le daba garantía de que no le desacreditaran como un “muerto de hambre”.
El pollo criollo o de rancho tiene una carne más dura que el pollo de granja. No sé como se la ingeniaba Doña Lula para que ese pollo le quedara tan jugoso, blandito y bien condimentado a la vez. Regularmente se compraban pollos de granjas para esta ocasión por tener un punto de cocción más rápido, pero en la casa de mi vecino, se tenía por teoría de que los pollos “gringos” convertían en “pájaros” a los varones de la casa por las hormonas que se le agregaban al alimento de estas aves; y en esa casa, no se cocinaban este tipo de gallinazas.
Las ensaladas de papas de navidad, no se preparaban igual en todas partes. Cada familia tenía su forma diferente de preparar este plato obligatorio en millones de hogares. En esta casa le añadían remolacha, maíz y guisantes a las papas y zanahorias. Era lógico que la ensalada se tornara de un color morado por los betabeles.
Mi pasión por la cocina se incrementaba cuando veía la lucha que daba la preparación de las cativías de yuca. Una señora de descendencia haitiana ayudaba en el rayado de la yuca. Se usaba un instrumento que en mi país llaman “guayo” (rallador) y que consiste en una lámina de metal al cual se le hacen hoyitos de punta preferiblemente con un clavo.
Culév, como se llamaba la señora de Haití, agarraba la yuca y con una rapidez increíble la iba guayando una a una. Luego de rallar todos los tubérculos, Culév ponía la masa rallada en una funda de almohada usada para ese fin. Toda la leche que salía de la masa exprimida, era reservada en una olla para luego deshidratarla y hacer almidón de yuca, muy bueno para planchar las ropas. El motivo de exprimir la yuca rallada es que el jugo de esta vianda es muy tóxico, y en cantidades, podría ser muy perjudicar para los humanos.
Se hacían pequeñas bolitas con la masa y luego eran puestas al fuego, una a una, para luego con una botella vacía de cerveza (hacía el papel de molinillo) preparar los discos llamados cativías. Un picadillo de carne de res hecho anteriormente, completaba la elaboración de las empanadas de yuca. Un manjar para el que le gusta comer bueno.
No se por qué, pero las navidades las suelo identificar con la comida que se preparan en esos días. Otros toman esas vacaciones para juntarse con la familia y amistades que tienen mucho tiempo sin ver. A pesar de todo, la comida es parte esencial de las navidades.
issacjm@hotmail.com

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